París, la capital de Francia luce espléndida, como siempre, el Sena sigue su curso, los caballeros caminan acompa?ados de damas elegantes, las calles abarrotadas son testimonio de la belleza de la ciudad de Luz, la Belle Epoque en su máxima expresión.
En el Centro de todo, La Cámara de Diputados se yergue imponente en el paisaje, su reputación como casa de Justicia es incomparable…
La gran explosion que hizo retumbar a Paris tiene otra idea, los gritos de la gente y
El horror era palpable, París quedó herida, hombres ilustres yacían dentro del inmueble en llamas, la imagen es dantesca.
Y es suficiente para despertar de golpe a la joven Elizabeth Bonnett, “No puede ser, otra vez esa maldita pesadilla”, los jadeos son el único sonido dentro de la gran habitación semi vacía.
“Son las 5:34, mejor me apresuro Moore detesta que llegue tarde”, Elizabeth se levanta y camina hacia su ba?o, mirándose al espejo, se limpia el sudor y seca sus lágrimas, “Cada día es más duro, ojala tuviera la fuerza para levantarme a diario”.
Entra en la ducha y cierra la puerta del ba?o.
Tras bajar del tren, llega Londres, las multitudes caminan bajo el cielo gris, el aroma del pan ma?anero se mezcla con el de las chimeneas, los tranvías llenos avanzan y la niebla apenas deja ver más allá de unos metros de distancia; “La gran Londres, tan carente de vida como siempre”, menciona Elizabeth con evidente desdén.
La imponente y casi lúgubre fábrica Marsh se levanta frente a ella, dominando el paisaje urbano, el humo destilante de su chimenea apenas deja paso a la luz solar,
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Elizabeth, “Otra semana más, puedes hacer esto Elizabeth; no mires a nadie a los ojos y estarás bien”. Dice para sí misma.
Atravesando las puertas, los guardias miran furtivos, las demás chicas lucen intimidadas, pero acostumbradas a la rutina, Elizabeth en cambio…
“Oye, Bonnett; sabes que no puedes entrar con eso”, le grita uno de los guardias.
Ella se detiene y queda helada, “?Qué sucede?”.
“Tu bolso, sabes que Moore no aprueba bolsos aquí, te lo he dicho varias veces”, réplica el sujeto.
Ante esta súbita explosion, la rutina en Marsh se pone en pausa.
“Pero Lewis, cada vez que termina el turno y me lo devuelves, no tengo la misma cantidad de dinero que tenía”, responde Elizabeth.
Lewis, “?Me acusas de ladrón?, chiquilla tonta, Moore se enterara de esto”.
De pronto una voz ronca y seca se escucha por un pasillo continuo, “?De que me voy a enterar, Lewis?”...
Moore aparece, su incipiente calvicie, sumando a su barba de candado espesa más su mirada penetrante y voz le confieren el temor de las chicas, y el respeto de todos, incluido Lewis…
“Sr Moore, la se?orita Bonnett quiere entrar con su bolso, le dije que no puede hacerlo por órdenes suyas”...
Moore mira a ambos y nota lo agitada que se ve Elizabeth, “?Mis órdenes?, eso dijiste Lewis”.
Lewis paciente y Moore se le acerca; “Mis órdenes no incluyen intimidar a las trabajadoras, vuelve a hacer esto y Marsh necesitará otro jefe de guardias, ?entendido?” ...
Lewis, resoplando mueve la cabeza en se?al de afirmación, Moore se aleja y vuelve por donde vino, “Se?orita Bonnett, sea tan amable de entregar su bolso al se?or Gerald”. “Gerald, asegúrate de que ese bolso esté lejos del alcance de cualquiera, si algo se pierde, será tu responsabilidad”.
Gerald, un tipo rubio, de 1.90 de alto, barba áspera y fortachón mira a Elizabeth de forma tranquilizadora y extiende su brazo hacia ella, “Estará en buenas manos, créeme”.
Elizabeth entrega su bolso y Gerald le lleva a su área de trabajo, ambos intercambian una mirada y separan sus caminos...