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Capítulo 53:Un Problema Inesperado

  En el vasto campo de batalla, donde la sangre se mezclaba con la tierra reseca y los gritos de los caídos se perdían en el fragor de la contienda, se libraba la lucha definitiva. El destino del mundo pendía de un hilo, y aquel que saliera victorioso no solo reclamaría la gloria, sino que esculpiría la historia con sus propias manos. Biel y Domia, dos fuerzas opuestas, se enfrentaban en un duelo que resonaría en los ecos del tiempo.

  El aire estaba cargado de energía, un hálito espeso de muerte y desesperación. La figura de Domia se alzaba imponente en el horizonte, su armadura ennegrecida parecía absorber la luz, devorando la esperanza misma. En contraste, Biel, listo para entrar en el campo de batalla con firmeza y confianza listo para confrontar cada obstáculo que se le presenta.

  Esta batalla no era solo un enfrentamiento entre dos guerreros. Era la lucha entre la luz y la oscuridad, entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperación. El resultado de este combate no solo marcaría el destino de los combatientes, sino también el de naciones y civilizaciones incontables. Reinos enteros observarían con temor y reverencia, conscientes de que el vencedor impondría su verdad y su legado en la historia.

  Los dioses, desde su trono celestial, contemplaban en silencio. No habría intervención, no habría favores ni misericordia. Solo la fuerza y ??la voluntad definirían al vencedor. Sin embargo, en el horizonte de la existencia, los Primordiales, aquellas entidades más allá del tiempo y la comprensión, comenzaban a despertar. Su juicio sería implacable, su llegada traería la destrucción absoluta. Pues, si el equilibrio se rompía, si el mundo caía en el abismo de la muerte, entonces nada quedaría salvo cenizas y vacío.

  El vencedor escribiría la historia. Sus haza?as serán cantadas por generaciones, su nombre inmortalizado en cada rincón del mundo. Pero el perdedor… el perdedor no tendría voz. Su verdad se desvanecería como el humo en el viento, su versión de los hechos se perdería en el olvido. Y así, la mentira podría convertirse en realidad, la falsedad en dogma, y ??la historia en una prisión de enga?o.

  El campo de batalla se estremecía con cada segundo que pasaba. La sangre empapaba la tierra, el crepúsculo te?ía el cielo de rojo como un presagio de la tragedia venidera. La historia estaba a punto de escribirse… y solo uno viviría para contarla.

  En lo alto de la monta?a, el estruendo de la batalla retumbaba como un rugido ancestral que anunciaba el final de una era. Acalia, con su espada desenvainada, se enfrentaba a Shalok en un duelo feroz, mientras que más abajo, Sarah, Xantle, Raizel y Easton combatían a los nobles con una destreza que desafiaba lo imposible. Más allá del campo de batalla, en una colina te?ida por la luz escarlata del ocaso, Domia observaba la escena con una sonrisa retorcida, deleitándose con el espectáculo de muerte y desesperación.

  Sus labios se curvaron con malicia mientras su risa resonaba como un eco siniestro entre los picos nevados. Para ella, la guerra no era más que una danza macabra en la que los débiles caían y los fuertes se alzaban sobre sus cadáveres. No sentía apego por sus propios soldados; Lo único que deseaba era más sangre, más caos, más desesperación.

  —Los Novas —pronunció con una voz gélida y dominante. Frente a ella, Cliver Soldemour, Selene Draeven, Iridelle Vauclair y Darian Vorthos aguardaban sus órdenes, con la mirada afilada como cuchillas listas para segar vidas—. Seguiremos con el plan, pero habrá un cambio.

  Sus ojos carmesíes centellearon con emoción mientras se?alaba a Iridelle y Darian.

  —Ustedes dos irán a Lunarys. Destruyan la ciudad, arrasen con cada edificio y no dejen sobrevivientes. Ya no la necesito… Ahora quiero ver cenizas y gritos ahogados en desesperación.

  Los dos guerreros asintieron sin titubear, y en un parpadeo, desaparecieron como sombras disipadas por el viento.

  Easton, que estaba observando la escena, sonrió con una confianza desconcertante.

  —Dos de ellos desaparecieron y se dirigen hacia la ciudad. Perfecto.

  Domia frunció el ce?o, molesta por la reacción de Easton. Algo en su actitud la inquietaba.

  —?Por qué sonríe? —murmuró para sí misma—. ?Acaso esto estaba previsto? ?Habrá más enemigos ocultos en la sombra? Esto será interesante.

  Easton giró la cabeza hacia sus compa?eros.

  —Sarah, Raizel, hermana, Ryder… al parecer, dos se dirigen hacia la ciudad, tal como estaba previsto.

  Sarah entrecerró los ojos.

  —Es igual al plan que ingenió Gaudel. Veo que ese ojo mágico es más útil de lo que imaginábamos.

  Raizel sonrió con determinación.

  —Entonces es hora de contraatacar. En la ciudad no tenemos que preocuparnos; Yumi, Charlotte y Gaudel están allí. Eso nos dará el tiempo suficiente hasta que Biel regrese de Claiflor con la ayuda.

  El aire se cargó con electricidad cuando Selene y Cliver aparecieron de repente frente a ellos.

  —Nosotros nos encargaremos de cucarachas como ustedes —dijo Cliver con una sonrisa de desprecio.

  Selene chasqueó la lengua, fastidiada.

  —Mi se?ora también quiere divertirse, así que no tenemos tiempo para juegos.

  Su mirada se clavó en Sarah como una daga y pronunció una palabra con una frialdad gélida:

  —Intercambio.

  Chasqueó los dedos, y antes de que alguien pudiera reaccionar, Sarah desapareció en un instante.

  Easton sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sus ojos se abrieron con furia mientras gritaba:

  —??Qué hicieron con Sarah?!

  Selene rió con burla.

  —La envié con mi se?ora. Ella se encargará de tu amiguita.

  Easton alzó la vista y vio a Sarah frente a Domia, rodeada por miles de soldados. En lugar de desesperarse, su sonrisa se ensanchó con un matiz de triunfo.

  —No debieron juntar al lobo con la oveja.

  Las palabras de Easton hicieron que Selene sintiera un escalofrío. Su mirada se desvió hacia Domia, solo para ser golpeada por un torrente de hielo que la lanzó contra la monta?a con un estruendo ensordecedor. Cliver gritó su nombre con furia, pero antes de que pudiera moverse, un rayo de luz lo impactó, enviándolo a volar hacia otro extremo de la monta?a.

  —Yo y mi hermana nos encargaremos de Selene —anunció Easton con fiereza—. Raizel, Ryder, ustedes tomen a Cliver.

  —?Entendido! —exclamaron sus compa?eros antes de lanzarse al combate.

  Mientras tanto, Sarah se encontraba frente a Domia, rodeada por cinco mil soldados. Su corazón latía con furia contenida, y su mirada ardía con un odio imposible de apagar.

  —Domia… hoy será el día en que pagarás por lo que le hiciste a mi padre.

  Domia enarcó una ceja al escuchar aquellas palabras. Su mente la transportó al pasado, a la noche en que arrebató la vida de Lip, el rey vampiro.

  —Qué emocionante reencuentro —murmuró con una sonrisa torcida—. En aquella época, eras solo una mocosa. Pero mírate ahora… tan hermosa. Así que esto era lo que quería proteger Lip.

  El odio en los ojos de Sarah se intensificó. Sus pu?os se cerraron con tanta fuerza que sus u?as rasgaron la piel de sus palmas.

  —No menciones el nombre de mi padre, maldita tirana. Mi padre fue bueno hasta su final. No permitiré que mancilles su memoria con tus palabras.

  Domia se tornó seria por primera vez. Su tono adquirió un matiz helado.

  —Ni?a malcriada… Yo le devolví la vida a tu padre. ?Y aun así me llamas tirana?

  Sarah sintió un nudo en el estómago, pero su ira no se disipó.

  —Lo reviviste, pero sin corazón. Era solo una marioneta de tus planes, un títere sin alma. No te lo perdonaré. No perdonaré que no dejaras descansar en paz a mi padre y lo usaras como una herramienta.

  Domia rio con crueldad.

  —Pero fue tan divertido…

  Un estallido de poder interrumpió sus palabras. Un aura densa y venenosa brotó del cuerpo de Sarah como una ola oscura, devorando todo a su alrededor. Los cinco mil soldados que la rodeaban cayeron uno tras otro, sin siquiera soltar un grito.

  Domia dio un paso atrás, atónita. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver la masacre instantánea que se había desatado.

  —?Pero ?qué…? ?Por qué están muriendo…?

  Sarah la miró con una expresión gélida, con el aire de una deidad de la venganza.

  —Mi aura venenosa es la responsable. Y ahora… será tu turno.

  Domia sintió que su sangre hervía de emoción. Su sonrisa resurgió con mayor intensidad.

  —Esto será interesante… Veamos cuán fuerte es uno de los hijos de Lip.

  Sarah no respondió. Solo dio un paso adelante, y el aire a su alrededor comenzó a vibrar con energía mortal. La batalla estaba a punto de comenzar.

  En la ciudad de Lunarys, el gremio de aventureros se erguía como el último bastión de los más débiles. La barrera que Aine había erigido antes de partir a Claiflor con Biel ahora servía como un escudo protector para aquellos que no podían luchar. En su interior, la tensión era palpable. Cada persona refugiada en el gremio contenía la respiración, susurrando oraciones o aferrándose a la esperanza de que los guerreros más fuertes pudieran resistir la embestida de los nobles.

  Niccolò, con una mirada seria, explicó a los presentes: —Ese fue el plan de Gaudel. Su ojo mágico ha mejorado mucho… tiene potencial para convertirse en uno de los más poderosos. Su capacidad estratégica ya está más allá de la nuestra.

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  Mientras tanto, en las afueras de la ciudad, dos figuras se alzaban ante la puerta principal: Iridelle y Darian. Tras ellos, un ejército de tres mil nobles aguardaba, sus armaduras reflejando la tenue luz del amanecer. Frente a ellos, tres figuras se mantenían firmes, como guardianes de una frontera que no podía ser cruzada. Charlotte, Yumi y Gaudel los esperaban con determinación.

  Charlotte entrecerró los ojos y murmuró: —Veo que tu predicción fue acertada… Das miedo, Gaudel.

  El joven sonrió con una mezcla de orgullo y agradecimiento. —Me halagas, pero no es solo intuición… es el resultado del entrenamiento con Sylas. Gracias a ella, ahora comprendo a la perfección mi ojo mágico.

  Del otro lado, Darian alzó la voz con arrogancia: —?Hemos venido por el rey y para erradicar a todos los presentes en esta insignificante ciudad!

  Yumi dejó escapar una carcajada sarcástica. —?No me hagas reír! No podréis pasar.

  Iridelle frunció el ce?o, confusa. —?De qué estás hablando?

  Sin previo aviso, los nobles avanzaron con ímpetu, pero en cuanto sus pies cruzaron el umbral de la barrera, sus cuerpos se crispaban como si fueran consumidos desde dentro. Gritos de agonía inundaron el campo de batalla, y en cuestión de segundos, decenas de ellos cayeron al suelo, sus cuerpos humeando por una fuerza invisible.

  Darian, sorprendido, dio un paso atrás. —?Qué demonios está pasando?

  Charlotte, con una sonrisa confiada, cruzó los brazos. —Lo que sucede es que esta ciudad está protegida por una barrera especial. Ningún humano corrupto puede cruzarla sin ser reducido a cenizas.

  Iridelle miró a su alrededor con frustración. —?Maldita sea! Entonces… ?solo tengo que destruir la barrera?

  Yumi dio un paso al frente y sacó una llave brillante de su bolsillo. —No hace falta. Aine me confió el control de la barrera.

  Con un movimiento de su mano, la barrera parpadeó y desapareció.

  —Ahora nos encargaremos de ustedes.

  Sin perder un segundo, Yumi alzó las manos y un círculo de llamas ascendió en el aire. Sus ojos resplandecieron con un fulgor carmesí mientras su voz resonaba como un trueno:

  —?Llama creciente!

  Una explosión de fuego azotó el campo de batalla. La onda expansiva levantó una cortina de polvo y cenizas. Los nobles fueron consumidos por el fuego, sus gritos ahogados por el rugido de las llamas. Sin embargo, cuando la polvareda se disipó, Iridelle y Darian permanecían ilesos, cubiertos por una barrera azulada que titilaba con fragilidad.

  Iridelle miró sus manos temblorosas y murmuró: —?Cómo es posible que mi barrera se haya roto tras un solo ataque?

  Darian también parecía perplejo. —Según nuestros informes, apenas pudieron contra Cliver y los dragones… ?Qué ha cambiado?

  Yumi sonrió con confianza. —Es cierto que perdimos ese día. Pero gracias a una amiga, nos hemos fortalecido.

  Iridelle sintió un escalofrío recorrer su espalda. —?Una amiga? ?Acaso están bajo la tutela de un dios?

  Charlotte negó con la cabeza. —No exactamente. Nuestra amiga es un Fragmento del Infinito. Su nombre es Aine, la Llama Eterna.

  Los ojos de Iridelle se abrieron de par en par. Su rostro palideció como si le hubieran arrebatado el aliento. Su voz se quebró al susurrar: —Eso es imposible… ?Es una farsa! Los Fragmentos del Infinito no existen… solo son mitos.

  Darian miró a su compa?ero con preocupación. —?Qué te pasa, Iridelle?

  Iridelle apretó los dientes y susurró: —Si lo que dicen es cierto, entonces Biel no es un simple humano. Es un héroe… Un héroe venido de otro mundo, como aquel que selló a los cinco reyes demonio hace siglos.

  Darian dio un paso atrás, su expresión endureciéndose. —Espera… Pero si Biel es un héroe, entonces esta guerra no tiene sentido. Y si además posee el poder de un Fragmento…

  Su mente recordó la transformación de Biel en Rey Demonio aquel día en las Tierras Oscuras. Un escalofrío lo recorrió.

  —?No es posible! Mi se?ora Domia aseguró que era un simple humano cuando lo envió hacia las tierras oscuras… ??Cómo pudo fortalecerse tanto en tan poco tiempo?!

  Yumi alzó una ceja y sonrió con suficiencia. —Entrenamos en una dimensión donde el tiempo transcurre diferente. Para ustedes, fue poco tiempo. Para nosotros, fueron seis meses.

  Darian sintió que la sangre le hervía. —?Seis meses!

  Yumi entrecerró los ojos. —Pero ya basta de charla. Ahora es momento de que luchemos en serio.

  Iridelle y Darian adoptaron posturas de combate. Sus cuerpos emanaban un aura oscura, una energía que vibraba en el aire como un eco de poder prohibido.

  Darian murmuró: —No nos queda otra opción. Tendremos que usar el poder que Domia nos otorgó.

  Gaudel observó con frialdad y advirtió a Yumi: —Mantente alerta. En cualquier momento, ellos en cualquier momento utilizaran el poder que les otorgo Domia.

  Iridelle lo miró con sorpresa. —?Cómo sabes de poder que Domia nos otorgó?

  Gaudel sonrió. —Porque mi ojo mágico ahora lo ve todo… incluso sus almas.

  Darian apretó los pu?os. —Entonces… Domia debió haber invadido este lugar mucho antes. Ahora es demasiado tarde.

  El viento sopló, presagiando una batalla que sacudiría Lunarys hasta sus cimientos.

  Las llamas del atardecer pintaban el cielo con tonos carmesí y dorados, como si la propia naturaleza presagiara la feroz contienda que tenía lugar en la monta?a del inicio. El estruendo de los aceros chocando resonaba como un rugido de tormenta, haciendo eco en los acantilados que se alzaban a su alrededor. Acalia, con su espada envuelta en un aura de fuego incandescente, intercambiaba golpes con Shalok, quien apenas podía contener su ímpetu con su guada?a negra de energía oscura.

  Shalok retrocedía con cada estocada, sintiendo el peso de cada impacto vibrar a través de sus huesos. El suelo crujía bajo sus pies y la presión del combate lo hacía jadear.

  —Veo que se han fortalecidos en estos días, la última vez salieron ilesos porque Darian nos vino a ver, aunque ese día si sentí que moriría pues Biel era fuerte pero ahora no creo que pueda derrotarme

  Acalia, con una mirada fiera y determinación inquebrantable, no le daba respiro alguno.

  —?No subestimes a Biel! —gritó Acalia, su voz impregnada de una confianza ardiente—. No solo ha dominado su forma de Rey Demonio, sino que también ha desbloqueado el verdadero poder del Fragmento del Infinito.

  Shalok frunció el ce?o, deteniendo el siguiente tajo con su guada?a. La presión de la colisión liberó una onda de choque que levantó el polvo a su alrededor. Su risa sardónica llenó el aire.

  —?Fragmento del Infinito? —bufó con incredulidad—. No me hagas reír, ni?a. Esas son solo leyendas para asustar a los débiles.

  Acalia aprovechó su distracción para lanzar una patada giratoria que lo envió tambaleándose hacia atrás. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, ella ya estaba sobre él, descargando un aluvión de tajos que hacían brillar la noche con destellos cegadores de fuego y acero.

  Shalok gru?ó y se impulsó hacia atrás con un salto, clavando su guada?a en el suelo para estabilizarse. Desde su posición elevada, alzó una mano y la oscuridad misma pareció condensarse en su palma.

  —?Veremos si tu fuego puede quemar la desesperación! —rugió, invocando una esfera de sombras comprimidas que lanzaron filamentos afilados como látigos de pura oscuridad.

  Acalia no se inmutó. Con un movimiento fluido, giró su espada y de su filo emanó una llamarada abrasadora. Con una finta ágil, esquivó los látigos oscuros y desvió la esfera con un corte preciso, partiéndola en dos. La explosión resultante fue absorbida por su propia aura de fuego.

  —Tu desesperación no me afecta, Shalok —espetó Acalia, clavando su mirada dorada en la de su oponente—. Eres solo un vestigio de lo que alguna vez fue un verdadero guerrero.

  Shalok apretó los dientes y, con un rugido de furia, cargó contra ella, su guada?a trazando un arco de energía oscura en el aire. Acalia se deslizó hacia un lado con la elegancia de una danza mortal, evitando el tajo por un margen ínfimo. Aprovechando la abertura, giró sobre su eje y descargó un corte ascendente que encendió el aire a su paso.

  El filo de la espada rozó la armadura de Shalok, dejando una grieta incandescente en su peto. Shalok chasqueó la lengua y saltó hacia atrás, sus ojos llenos de rabia y sorpresa.

  —Maldita sea… —murmuró, palpando la quemadura en su pecho.

  Acalia no le dio tregua. En un instante, desapareció de su vista y reapareció sobre él, su espada descendiendo con un destello cegador.

  —?Llama Celestial! —bramó, desatando un torrente de fuego puro que cubrió todo el campo de batalla.

  El ataque impactó con una explosión ensordecedora, lanzando llamaradas en todas direcciones. El suelo tembló y las rocas se partieron bajo la presión de la onda expansiva. Por un momento, el fuego consumió todo a su alrededor.

  Cuando el resplandor se disipó, Shalok emergió de entre las llamas, jadeando y con el cuerpo cubierto de quemaduras. Su guada?a temblaba en su agarre.

  —Esto… no es posible… —dijo entre dientes, su orgullo herido más que su cuerpo—. ?Cómo…? ?Cómo ha llegado Biel a tal nivel…? ?Cómo tú… puedes ser tan fuerte…?

  Acalia respiró hondo, su pecho subiendo y bajando con la adrenalina. Sus ojos brillaban con la certeza de la victoria.

  —Porque no estamos solos —susurró con una sonrisa desafiante—. Hemos superado nuestros límites juntos. Biel nos guió, y ahora nosotros somos los que traeremos el verdadero cambio a este mundo.

  Shalok apretó los pu?os, su mente trabajando a toda velocidad. Si Biel realmente había alcanzado un poder más allá de la comprensión… si Acalia, que alguna vez fue la más fuerte de su grupo, ahora afirmaba estar por debajo de él…

  —Esto no es una guerra… es una masacre en nuestra contra… —susurró, finalmente comprendiendo la magnitud de la amenaza que se avecinaba.

  La batalla aún no había terminado, pero Shalok ya sentía que había perdido algo mucho más grande que un simple enfrentamiento. Había perdido la seguridad de que la victoria estaba de su lado.

  En el reino de Claiflor, la tensión era palpable. Todos estaban listos para ser teletransportados hacia la ciudad de Lunarys. Kircle miró a Biel con determinación y dijo:

  —Estamos listos, Biel. Es hora de ir a la batalla.

  Biel asintió con firmeza.

  —Sí, es el momento.

  Kircle alzó la mano y advirtió:

  —Por nada del mundo suelten las manos, o si no se quedarán atrás.

  Todos se sujetaron con fuerza. La energía de la teletransportación comenzó a envolverlos en un resplandor cegador. Sin embargo, cuando la luz se disipó, Biel se encontraba solo, de pie en el mismo lugar.

  El rey de Claiflor y los demás se giraron con expresiones de asombro y temor.

  —Biel, ?Qué pasó? ?Por qué no fuiste con los demás? —preguntó el rey con urgencia.

  Biel abrió la boca, pero no pudo pronunciar una sola palabra. Su mirada estaba vacía, atrapada en el abismo de su propia mente.

  Aine emergió del Fragmento del Infinito, su presencia etérea iluminó la habitación con una suave luz azulada.

  —?Qué pasa, querido Biel? —su voz reflejaba una preocupación genuina.

  Pero Biel no reaccionó. En su mente, la voz de Monsfil retumbaba con desesperación.

  —?Despierta, Biel! ?Recobra el sentido!

  Pero Biel se había perdido en la oscuridad de su conciencia. Su cuerpo tembló, sus rodillas cedieron y cayó inconsciente al suelo.

  El rey se levantó de su trono, su rostro se tornó serio y autoritario.

  —?Rápido, llévenlo con los médicos del palacio!

  —?Sí, majestad! —respondieron los soldados, levantando el cuerpo inerte de Biel.

  Aine flotó cerca de él, con el rostro marcado por la angustia.

  Por otro lado, en la ciudad de Lunarys, Kircle y su grupo aparecieron en el palacio real. Aliviado, Kircle exhaló.

  —Lo logramos, Biel…

  Pero su expresión se transformó en una mueca de horror al notar que Biel no estaba con ellos.

  La princesa Keshia miró a su alrededor frenéticamente.

  —??Dónde está mi querido Biel?!

  Vaer y Berty intercambiaron miradas de preocupación.

  —?Acaso se quedó en Marciler? —preguntó Berty.

  En ese momento, el rey de Lunarys salió a recibirlos con una sonrisa esperanzada.

  —Gracias por venir. Gracias, Biel, por…

  Pero sus palabras se esfumaron al darse cuenta de que Biel no estaba presente. Su expresión se volvió severa.

  —?No puede ser! Sin Biel, esta batalla no podremos ganarla. Sin él, el plan de Gaudel no serviría para nada. El plan de retener a los Novas hasta que él llegue ya no se podrá ejecutar.

  En el Umbral de los Dioses, donde las estrellas titilaban como los ojos de entidades milenarias, los dioses observaban los eventos con creciente intriga.

  Solaryon, el Dios de la Luz, frunció el ce?o y dijo:

  —Algo ha cambiado… Biel no debió quedarse atrás.

  Nyxaris, la Diosa de las Sombras, dejó escapar una risa seca.

  —Este suceso cambiará el curso de la historia… o quizá era así como debía ser desde el principio.

  Chronasis, el Dios del Tiempo, entrecerró los ojos, viendo los hilos del destino enredarse como serpientes venenosas.

  —El flujo del tiempo ha sido alterado. Alguien, o algo, ha intervenido.

  Thalgron, el Dios de la Guerra, golpeó su trono con un pu?o, haciendo temblar la dimensión celestial.

  —Si Biel no llega al campo de batalla, la balanza se inclinará en contra de los mortales. ?Y la guerra será nuestra cosecha una vez más!

  Elaris, la Diosa de la Vida, se llevó una mano al corazón, angustiada.

  —Biel es una chispa de esperanza. Si su luz se apaga ahora, las consecuencias serán devastadoras.

  Veyrith, el Dios del Caos, sonrió con perversión.

  —?Ah, pero el caos es divertido! Veamos cuánto pueden soportar sin su preciado elegido.

  Arselturin, el Dios de la Muerte, habló con voz grave y serena.

  —Siento la sombra de la muerte acechando a Biel. Si no despierta pronto, su alma podría ser arrancada de su destino.

  Orivax, el Dios de la Sabiduría, meditó en silencio antes de hablar.

  —Si alguien ha impedido su llegada a Lunarys, debemos descubrir quién es el responsable. La historia nunca miente, pero las sombras pueden ocultar la verdad por un tiempo.

  En ese instante, en las sombras del castillo de Claiflor, una figura observaba la escena con una sonrisa enigmática. Su silueta se difuminó en la penumbra y, con un susurro apenas audible, musitó:

  —Esto será interesante.

  Y con una risa oscura, desapareció en el aire, dejando tras de sí solo el eco de su misteriosa presencia.

  En el vasto y desolado campo de batalla, el aire se impregnaba con el hedor metálico de la sangre y la ceniza. Sarah permanecía firme, con la espada empu?ada con ambas manos, sus nudillos blancos por la presión. Sus ojos, ardiendo con un fuego implacable, estaban fijos en la figura de Domia, el asesino de su padre.

  Domia sonriente con desdén, un brillo macabro reflejado en sus ojos carmesí. Su voz, gélida como el filo de una guada?a, resonó entre los escombros. "Eres tan frágil como tu padre... y, al igual que él, pronto serás una pieza más en mi colección." Lentamente, levantó una mano, revelando un colgante de hueso que colgaba de su cuello. En su centro, un corazón petrificado, la reliquia de su crueldad.

  Sarah sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero el dolor se transformó en ira. Sus pu?os se cerraron, sus músculos se tensaron como si cada fibra de su ser gritara por venganza. "No eres más que un monstruo sin alma, Domia. No permitiré que sigas profanando la memoria de los caídos".

  Domia rio, un sonido hueco y cruel. "Las palabras no salvarán tu vida, ni?a."

  Sin más, Sarah rugió y se lanzó hacia él, la espada cortando el aire con un silbido mortal. Domia respondió con la misma fiereza, desenvainando su oscura guada?a, la cual despedía un aura ominosa.

  PROXIMO CAPíTULO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

  CAPíTULO 54!!!!!!!

  Las Secuelas Del Pasado, Sarah Contra Domia

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