Los carros se detuvieron frente a la entrada de la mazmorra. Uno a uno, los grupos fuertes bajando. Dan se estiró los brazos como si acabara de despertar de una siesta.
—Bueno, ni?os, esta será su primera lectura de realidad: no hay tutorial, no hay segundas oportunidades. Si mueren, será el fin para usted. ?Entendido?
Esa última frase puso nervioso a más de uno.
—Tú, vienes conmigo —dijo se?alando a Mateo.
—Los demás irán con ese viejo de allá —a?adió, apuntando con el pulgar a un tipo con armadura completa.
Mateo se acerca a Dan, aún con el libro que le había entregado.
—?Se?or Dan... entramos solos?
— ?Yo dije que ibas a entrar solo? Si lo hicieras, no durarías ni diez pasos.
Luego, Dan miró al resto del grupo.
—Escuchen bien: esta mazmorra es de nivel intermedio. Les aconsejo que no se confíen... pero tranquilos, si mueren, no habrá nadie que los llore.
Y así, uno a uno, los grupos comenzaron a adentrarse en la mazmorra.
Mientras caminaban por los pasillos de la mazmorra, Dan avanzaba tranquilo, como si estuviera pasando por su casa. En cambio, Mateo sostenía su espada con fuerza, mirando a todos los lados con evidente nerviosismo.
—Tranquilo, idiota. Los monstruos están más abajo. No vamos a encontrar nada aquí —dijo Dan con su tono seco, tratando de calmarlo... a su modo.
—E-esta bien —respuesta Mateo, siguiéndolo de cerca como una sombra nerviosa.
—Se?or Dan... disculpe, pero... ?cómo exactamente piensa ayudarme a llevar mi habilidad al límite? —pregunta Mateo, con algo de esperanza.
Dan se detuvo. Lo miró por encima del hombre y una sonrisa ligeramente siniestra se forma en su rostro.
—Será fácil... vas a comer monstruos.
Mateo se queda paralizado, procesando lo que acababa de escuchar.
—...?Qué?
Otra parte de la mazmorra, uno de los grupos de héroes avanzada con cautela. Entre ellos estaba Santiago, el hermano mayor de Mateo. Caminaban en formación, atentos, pero el ambiente aún era tranquilo.
—Oye, Santiago... ?de verdad estuvo bien dejar a tu hermanito con ese loco? —pregunta uno de sus compa?eros, refiriéndose a Dan.
Santiago no respondió. Caminaba más lente, con la mirada perdida en el suelo, completamente sumido en sus pensamientos.
—?Me está escuchando? —insiste el chico, pero al no obtener respuesta, solo bufó—. Como mar, sigamos matando monstruos.
él y otro compa?ero se adelantaron, mujeres Santiago quedaba atrás, atrapado en un recuerdo.
—Oye, hermano. Necesito hablar contigo —dijo Santiago en aquella conversación, meses antes de ser invocados.
Estaban en casa. Mateo frente a su computadora, Santiago en la habitación.
—Hoy escuché en la escuela que unas chicas te ofereron unirte a su club... pero las rechazaste —comentario Santiago.
Mateo puso pausa al juego, lo miró por un segundo y luego respondió:
—Supuse que solo me querían usar para acercarse a ti.
Volvió a su juego y lo reanudo sin más.
—No tienes que pensar así, hermano. Tal vez sí querían que te unieras —intentó decidir Santiago.
Pero Mateo no dijo nada. Esta vez, ni siquiera pausó el juego.
Santiago se quedó observando a su hermano. Mientras él siempre había sido popular, parte de varios clubes y rodeado de gente, Mateo era diferente. Tímido, reservado… Tal vez no es que no quisiera ser popular, sino que tenía miedo de serlo.
—Hermano, voy a empezar a cocinar. ?Tienes hambre? —preguntó Santiago.
—Ya cociné y almorcé. Tu porción está en la heladera, solo caliéntala —respondió Mateo, sin apartar la vista de la pantalla de su computadora.
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—Ya veo... Cocinaste y no me esperaste para comer juntos —comentó Santiago, mientras sacaba el plato y lo ponía a calentar.
—Hoy ibas a salir con tus amigos, así que supuse que llegarías tarde —dijo Mateo, como si fuera algo obvio.
Santiago se lo quedó mirando en silencio. Al final, solo suspiró y respondió:
—Entiendo… Gracias, hermanito.
Volviendo al presente, en lo profundo de la mazmorra, Santiago seguía con la mirada clavada en el suelo, caminando detrás del grupo que ya se había adelantado.
—Hermanito… ?por qué decidiste ir con ese tipo? —murmuró en voz baja, casi sin darse cuenta.
Mientras tanto, en otro grupo compuesto solo por chicas, caminaba Rika. Sus ojos se posaron por un momento en Santiago, que marchaba unos pasos más adelante. Lo conocía bien: era el popular de la escuela, sobre todo en los deportes. Siempre se hablaba de él, de sus logros, de su carisma... pero nunca se decía nada de su hermano, Mateo.
Mateo era diferente. Más callado, reservado, pero también más inteligente. Rika no descartaba la posibilidad de que Santiago hubiera logrado entrar en la academia gracias a la ayuda de su hermano.
Recordaba claramente una escena. Un día, pasando por el pasillo del segundo piso, lo había visto: Mateo estaba ayudando a Santiago con la tarea. No era una tarea común, no en esa academia. Los ejercicios eran complejos, de nivel avanzado, el tipo de cosas que dejaban atrás a más de uno. Pero ahí estaba Mateo, explicando con calma, mientras su hermano asentía en silencio, claramente agradecido, aunque no lo dijera.
Rika recordó la primera vez que se cruzó con Mateo, unos días antes de ser invocados. Estaba en la biblioteca, buscando libros de mitología, cuando algo llamó su atención: un chico apartado del resto, completamente absorto en una pila de libros. Leía en silencio, ajeno al bullicio a su alrededor.
Rika lo reconoció al instante. Era uno de los que había quedado entre los mejores en los exámenes de ingreso. Aunque los demás estudiantes lo ignoraban, él parecía no notarlo… o simplemente no le importaba.
No supo por qué, pero sus pasos comenzaron a acercarse por voluntad propia. No tenía un motivo concreto, solo quería saludarlo. Pararse a su lado y decirle un simple “hola”.
—Hola —dijo Rika, con una sonrisa ligera.
Mateo levantó la vista, sorprendido por la interrupción. Tardó un par de segundos en reaccionar.
—C-creo que te equivocaste… mi hermano debe estar en el patio —respondió con voz baja, antes de volver la mirada al libro.
Pero Rika no se fue.
—?Eres Mateo, verdad?
Esta vez él sí la miró, más desconcertado.
—?Me… conocés? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y confusión.
Rika iba a decir algo más, pero una voz la arrancó del recuerdo.
—?Oye, Rika, apúrate! ?Necesitamos tu barrera ya! —gritó una de sus compa?eras.
Rika sacudió la cabeza y se apresuró a asistir al grupo, aunque su mente aún estaba anclada en ese breve instante en la biblioteca.
Mientras descendían por los pasillos oscuros y húmedos de la mazmorra, Dan caminaba con las manos en los bolsillos, relajado, como si estuviera en su casa. Mateo, en cambio, iba con la espada en mano, tenso, observando cada rincón con desconfianza.
—Se?or Dan… ?qué quiso decir con eso de que voy a comer monstruos? ?Eso siquiera es sano? —preguntó Mateo con incomodidad.
Dan se detuvo, girándose hacia él con esa sonrisa suya: tan despreocupada como inquietante.
—Es simple, ni?o. Vas a cazar monstruos que tengan habilidades similares a la tuya. Tu cuerpo, al consumirlos, absorberá sus propiedades. Lo tomará como nutrientes… y tu habilidad evolucionará.
Mateo frunció el ce?o, claramente confundido.
—No estoy seguro de entender… ?mi habilidad va a mejorar por… comer monstruos?
Dan asintió con una tranquilidad perturbadora.
—Exacto. Aunque claro, no cualquiera puede hacerlo. Tu habilidad es especial, fue elegida cuando cruzaste a este mundo. ?Recuerdas lo que te di? —se?aló el libro que Mateo aún llevaba consigo—. Eso te ayudará a identificar qué monstruos necesitas cazar… y comer.
Mateo echó un vistazo al libro. Mientras pasaba las páginas, encontró una gran variedad de monstruos hasta que uno llamó su atención. Según la descripción, sus habilidades eran altamente compatibles con las suyas.
—Lobos negros… —murmuró.
—Tienen una habilidad que es una subrama de la mía —dijo, alzando la vista hacia Dan.
Dan sonrió con calma.
—Bien. Hora de cazar lobos. Pero también vas a necesitar un ingrediente más para esa carne. Así que bajaremos hasta la sala del alfa —anunció, mientras lo tomaba del brazo.
—?Espere, se?or Dan… ?La sala del alfa es segura? —preguntó Mateo, algo asustado, mientras descendían por las escaleras a toda velocidad.
—Sí, tranquilo. El alfa no está.
—?Cómo lo sabe?
—Porque lo maté hace tiempo. No te preocupes, ni?o —respondió Dan, dejándolo boquiabierto.
Al llegar a la sala del alfa, se podía sentir una presión densa, casi abrumadora.
—Se?or Dan… ?siente eso? —preguntó Mateo, deteniéndose.
—Sí. Es el rastro del poder mágico del alfa —respondió Dan, avanzando con paso firme hacia un punto en específico.
—Y no vayas a gritar cuando te gires, ni?o —a?adió con desinterés mientras se agachaba a recoger algo del suelo.
Mateo lo escuchó… pero la curiosidad le ganó. Se giró lentamente, y al ver lo que había detrás, sus ojos se abrieron de par en par.
Frente a él, yacía el cadáver de un lobo gigante. No era solo hueso: aún tenía pedazos de carne negra, podrida, colgando entre las costillas. El hedor, aunque leve por el tiempo, aún se sentía.
—?Aaaaah! S-se?or Dan, ?qué es eso? —exclamó, retrocediendo y ocultándose tras él.
Dan soltó un suspiro molesto.
—?Eres tarado? Te dije que no gritaras. Eso que ves ahí es el alfa de esta mazmorra. Un lobo gigante. Me sorprende que aún esté pudriéndose, considerando que lo maté hace bastante tiempo —dijo mientras sacudía lo que acababa de recoger.
—?Cuándo lo mató, se?or Dan? —preguntó Mateo, aún con la mirada fija en el cadáver monstruoso.
Dan se quedó en silencio un momento, como tratando de recordar.
—Mmm… no lo sé. Lo maté cuando era ni?o, creo.
—Se?or Dan, usted es increíble… —dijo Mateo, aún mirando el cadáver del lobo con asombro—. Pero si lo mató cuando era ni?o y el cuerpo sigue pudriéndose… ?cuántos a?os tiene usted?
Dan lo miró de reojo, sin detenerse.
—Eso no te importa, ni?o.
—D-disculpe… —murmuró Mateo, bajando la mirada.
—Como sea. Vamos a cazar esos lobos —dijo Dan, cambiando de tema mientras levantaba algo del suelo—. Y los vas a comer con esto.
Mateo entrecerró los ojos al ver el objeto. Parecía un hongo cubierto de peque?as esferas brillantes.
—?Qué es eso?
—Un hongo alfa —respondió Dan con calma—. Es un hongo que ha estado expuesto por a?os a la presencia mágica de un alfa. Solo crecen en las salas de los jefes de mazmorra la comerás con la carne.
—?Se?or Dan… me va a ayudar a cazar a los lobos? —preguntó Mateo con una mezcla de esperanza y miedo.
Dan lo miró sin cambiar la expresión.
—No —respondió con total naturalidad.
Mateo lo miró, confundido.
—?Eh?
—Voy a revisar cómo van los otros idiotas. Arreglátelas solo, ni?o. Volveré en una hora... más te vale haber cazado al menos un lobo —dijo Dan antes de desvanecerse en una nube negra.
Mateo se queda solo, mirando el hongo en su mano con renuncia. —...?Cómo se supone que haga esto?
Mientras tanto, los compa?eros de Mateo estaban luchando contra goblins de tierra.
—Estas cosas se ocultan bajo tierra, tengan cuidado —avisó uno de los chicos a sus compa?eros, manteniéndose alerta.
Rika estaba protegiendo a sus compa?eras de equipo, pero por detrás, un goblin se preparaba para atacar a una de ellas. Rika no lo había notado, pero una de sus compa?eras sí.
—?Rika, cuidado, atrás! —gritó para alertarla.
El goblin ya estaba a punto de atravesar a Rika cuando, de repente, algo se puso en medio.
—Oye, bicho de mierda, eso dolió —se escucha la voz de Dan, antes de que el goblin fuera lanzado hace atrás, partido por la amistad.
Rika se giró y vio a Dan, que acababa de salvarla.
—Odio a esos bichos asquerosos —dijo Dan, limpia la sangre de las manos mientras una peque?a herida en su brazo comenzaba a curarse rápidamente.