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Capitulo 1:Todo comienza

  El aire en el gran salón del castillo vibraba con la energía del conjuro de invocación. Varios magos, cubiertos con túnicas negras adornadas con runas doradas, recitaban un canto arcano en perfecta sincronía. Sus voces profundas resonaban en las paredes de piedra, y una extra?a presión se extiende por la sala, como si el espacio mismo se doblara bajo el peso del hecho.

  Desde su trono, el rey de Solmaria observaba la ceremonia con los ojos entrecerrados. No había lugar para la duda. Esta era la única opción.

  —?Mantengan el ritmo! —ordenó el mago mayor, su voz firme y autora, aplicaciones ahogada por el retumbar de la magia.

  El suelo comienza a brillar, formando un intrincado patrón de símbolos arcanos que latían con energía pura. El aire se tornó más denso, como si la realidad contuviera la respiración. Entonces, una explosión de luz blanca inundó la sala, proyectando sombras danzantes en las paredes. Cuando la luminosidad se disipa, varias figuras estaban de pie en el centro del círculo de invocación.

  Jóvenes.

  Vestidos con uniformes de academia, miraban a su alrededores con desconocido. Sus respuestas entrecortadas revelaban su confusión.

  —?D-Dónde estamos? —pregunta uno de los estudiantes, con los ojos desorbitados.

  —?Bienvenidos! —exclamó el rey, alzántose con mayor.

  Los estudiantes intercambiaron miradas. Había algo en la solemnidad de aquel hombre que los llenó de temor.

  —?Dónde estamos? —insistió una chica, con la voz temblorosa, su mirada alternando entre el monarca y los guardias armados.

  —Han sido invocados al reino de Solmaria. Y ustedes son nuestros héroes.

  Silencio. La palabra héroes pesó en sus lenguas como plomo.

  —Nuestro reino está al borde de la destrucción —continuó el monarca—. El Rey Demonio y su ejército marchan hacia nosotros. Solo los héroes invocados pueden cambiar nuestro destino.

  Uno de los estudiantes, un chico alto de cabello oscuro, apretó los dientes.

  —Un momento —su voz cortó el silencio—. ?Nos traen aquí y esperan que luchemos? ?Ninguno de nosotros sabe pelear!

  Un murmullo de aprobación recorrió el grupo. El miedo se transformaba en rebelión.

  —No teman —el rey levantó una mano—. Los invocados siempre reciben habilidades especiales en este mundo. Solo necesitan descubrirlas.

  Se?aló una esfera de cristal flotando en el centro del salón. Brillaba con una luz azulada, palpitante.

  —Tóquenla y descubrirán su magia.

  Uno a uno, los estudiantes se acercaron. La esfera se iluminaba con distintos colores, revelando sus afinidades: fuego, agua, viento, tierra... Uno incluso tenía magia de gravedad. Algunos susurraban entre sí; otros parecían aterrados.

  El rey los observó en silencio. No parecían preparados. No como los héroes de anta?o. Y el tiempo se agotaba.

  El mago mayor, con cautela, dio un paso adelante.

  —Su majestad... ?y si lo llamamos a él?

  El salón enmudeció.

  Todos sabían de quién hablaba. Un ser temido. Peligroso.

  El rey entrecerró los ojos. Sabía que esa era la solución más rápida. También la más arriesgada. Apretó los pu?os, sopesando el precio.

  Finalmente, con un suspiro, aceptó.

  —Preparen el ritual.

  Mientras los magos recargaban su energía, el rey susurró para sí mismo:

  —Si es necesario... le ofreceré mi alma.

  Un escalofrío recorrió a los presentes.

  —Invocaremos... al Hijo de la Muerte.

  Los magos formaron un nuevo círculo, recitando en una lengua antigua. Esta vez, el suelo brilló con un negro profundo, un abismo de sombras que se extendía como si la oscuridad misma cobrara vida.

  Uno de los guardias tragó saliva.

  —Si está de mal humor... estamos perdidos.

  Los estudiantes retrocedieron. La energía era sofocante.

  Entonces, el aire estalló en un destello cegador. Cuando la luz se disipó, una silueta se alzaba en el centro.

  Un chico de cabello blanco y alas negras flotaba sobre la oscuridad.

  —Hmm... Ha pasado tiempo desde que me invocaron —murmuró con calma—. Me pregunto qué ocurre.

  Stolen from its original source, this story is not meant to be on Amazon; report any sightings.

  El rey fue el primero en hablar.

  —Se?or Dan, necesitamos su ayuda —dijo con una leve inclinación.

  El chico, cuyo nombre parecía ser Dan, lo miró con tranquilidad.

  —?En qué los ayudaría?

  —P-Por favor, entrene a los héroes —pidió el rey con una reverencia, como si hacerle una solicitud a ese chico no fuera algo sencillo.

  Dan lo miró con desdén.

  —?Por qué debería ayudarlos? ?Qué obtengo a cambio?

  El rey se quedó pensando. ?Qué podía ofrecerle a alguien como él?

  —No se me ocurre qué podría interesarle —admitió, bajando la cabeza.

  Dan sonrió, divertido.

  —?Tienen iglesias dedicadas al dios de la riqueza?

  El rey parpadeó, sorprendido por la pregunta.

  —Creo que tenemos dos...

  Dan giró la cabeza, observando por la ventana como si intentara verlas.

  —Desmantélenlas y tenemos trato.

  El silencio cayó sobre la sala.

  Si destruía esos templos, los devotos del dios de la riqueza se volverían contra la corona.

  —?S-Se?or Dan, no quisiera otra cosa? —preguntó el rey con duda. Sabía que la influencia de una religión podía ser peligrosa, pero los héroes necesitaban entrenamiento, y Dan era la mejor opción. Aun así, intentaría negociar.

  Dan soltó un suspiro y cruzó los brazos.

  —No, no quiero otra cosa. Es eso o no hay trato.

  Sin esperar respuesta, descendió hasta el nivel del suelo, contrayendo sus alas negras. Caminó hacia los jóvenes con pasos silenciosos, descalzo. Su presencia emanaba una inquietante tranquilidad.

  —Vaya, vaya... ?qué tenemos aquí? —susurró, observándolos con curiosidad.

  Algunos de los estudiantes retrocedieron instintivamente. Dan tenía la apariencia de un chico de 16 o 17 a?os, pero había algo en él que no parecía humano. Su aura oscura los envolvía como una sombra viviente.

  —Qué desperdicio... —murmuró, evaluándolos con una mirada crítica—. Se nota que no tienen experiencia en combate... pero con entrenamiento, pueden volverse útiles.

  Giró hacia el rey con una leve sonrisa.

  —Entonces, su majestad, ?tenemos trato?

  El rey apretó los pu?os. Sabía que no tenía muchas opciones. Finalmente, suspiró y asintió.

  —Está bien... pero, ?promete que entrenará a los héroes?

  Dan esbozó una sonrisa burlona y comenzó a alejarse, regresando al área donde la oscuridad aún persistía en el suelo.

  —Para ma?ana, desmantelen esas iglesias y mantendremos el trato, su majestad.

  El rey asintió con pesadez.

  —Entonces, ma?ana comenzaremos —afirmó Dan.

  El rey se tensó al escuchar eso.

  —?S-Se?or Dan, no podría empezar hoy?

  Dan giró lentamente la cabeza hacia él, con expresión impasible.

  —No… no puedo. Tengo asuntos que atender. Adiós.

  Y con eso, desapareció en un parpadeo. La oscuridad en el suelo se disipó, devolviendo la sala a su estado normal.

  El rey se dejó caer en su trono con un suspiro.

  —Lleven a los héroes a sus alcobas —ordenó.

  Las guardias obedecieron de inmediato, escoltando a los recién llegados hasta sus habitaciones. Mientras tanto, en una aldea apartada, Dan se materializó en medio de la plaza. Los aldeanos, al verlo, lo saludaron con respeto. En aquel pueblo, Dan era adorado como una deidad.

  Sin perder el tiempo, se dirigió a la iglesia, donde el sacerdote lo recibió con una reverencia.

  —Se?or Dan, bienvenido. Nos honra con su visita.

  Dan frunció el ce?o y suspiró con fastidio.

  —?No te cansas de repetir lo mismo todos los días? Es molesto.

  Era bien sabido que a Dan no le agradaban los humanos; los detestaba. Sin embargo, no era cruel sin una razón válida.

  —Hoy los ni?os ofrecieron dulces como ofrenda, en especial ácidos —informó el sacerdote.

  Dan tomó las ofrendas sin dudar.

  —Genial, tendré algo para comer de a ratos.

  A pesar de su actitud distante, todos sabían que tenía una debilidad por los dulces, sobre todo los ácidos. Sus ofrendas nunca contenían dinero, solo golosinas.

  —Se?or Dan, hoy tuvimos algunos incidentes con los seguidores de Glam —a?adió el sacerdote, con un tono preocupado.

  Dan chasqueó la lengua.

  —Qué molestia. Le partiría la cara a ese idiota. ?No puede controlar a sus fieles o qué?

  Era bien sabido que Dan y Glam no se llevaban bien, especialmente después de que Glam intentara seducir a las prometidas de Dan.

  —Si la situación se sale de control, no me meteré. Espero que ustedes puedan manejarlo —dijo, llevándose un dulce a la boca.

  El sacerdote asintió con respeto.

  —Me alegra que confíe en nosotros. Si no pasa a mayores, puede dejarlo en mis manos.

  Dan lo miró con indiferencia.

  —Deberías aprender a cerrar la boca. ?Por qué los sacerdotes no nacen mudos?

  Sin esperar respuesta, salió de la iglesia. Como no tenía nada urgente que hacer, decidió pasear por el pueblo. A su paso, todos lo miraban con admiracion.

  Dan no era un dios puro, sino un híbrido: mitad humano, mitad divino. Sin embargo, su poder rivalizaba con el de los dioses normales. Era hijo del Dios de la Muerte, uno de los dioses superiores junto con la Diosa de la Vida. Aunque podía manipular la muerte, no lo hacía con la misma maestría que su padre.

  A pesar de no ser un dios superior, su sangre divina lo hacía único. Algunos dioses incluso le ofrecían a sus hijas en matrimonio con la esperanza de que su linaje se mezclara con el suyo. Pero Dan no le daba importancia a eso. Ya tenía cuatro prometidas, y con eso le bastaba.

  Mientras caminaba, sumido en sus pensamientos, sintió cómo algo lo abrazaba por la espalda.

  —?HERMANO! —exclamó una voz infantil.

  Era Elyse, una ni?a huérfana a la que Dan había rescatado. Vivía en un orfanato de la iglesia que lo adoraba. Aunque Dan despreciaba a los humanos, con los ni?os era diferente. Nunca les hablaba mal ni los trataba con la misma frialdad que a los adultos.

  —Hola, peque?a. ?Qué necesitas? —preguntó Dan, agachándose para estar a su nivel.

  Elyse lo miró con una sonrisa amplia.

  —No mucho. Solo quería saludarte.

  Dan sonrió sin mostrar los dientes, un gesto raro para él.

  —Sigues siendo tan molesta como siempre.

  —?Dijiste que vendrías a visitarme! ?Lo olvidaste! ?Hermano malo! —se quejó Elyse, inflando las mejillas en un gesto juguetón.

  Dan esbozó una leve sonrisa, indulgente ante el reclamo.

  —Tranquila, peque?a. No lo olvidé, simplemente estuve muy ocupado. Perdona.

  Elyse dejó de hacer berrinche y lo abrazó con emoción, como si el simple gesto de su presencia fuera suficiente para borrar cualquier queja.

  —Pero viniste, así que no importa. Oye, hermano, ?cómo están las hermanas?

  Se refería a las prometidas de Dan.

  —Están bien. Hoy tenían cosas que hacer —respondió él, sin perder la calma.

  Sin previo aviso, la levantó en brazos y desplegó sus alas negras. Elyse soltó un grito emocionado al sentirse elevarse por los cielos, disfrutando del vertiginoso ascenso. Desde peque?a, le encantaba ver el pueblo desde las alturas, y Dan siempre cumplía con ese peque?o placer.

  El viento agito su cabello mientras ambos surcaban la aldea. A pesar de la frialdad que normalmente mostraba, en momentos como ese, Dan dejaba entrever su lado más humano.

  A medida que volaban, Dan notó que Elyse permanecía callada, con el silencio palpable entre ellos.

  —?Qué pasa, peque?a? ?Tuviste un mal día? —preguntó, observándola de reojo.

  Elyse bajó la mirada, abrazándose a sí misma como si intentara alejarse del mundo.

  —Hoy nadie quiso adoptarme… —susurró, con tristeza en la voz—. Pensé que si me mostraba como una ni?a educada, alguien me llevaría a casa.

  Dan la escuchó en silencio, evaluando sus palabras, y luego, sin cambiar su tono indiferente, soltó:

  —Son unos idiotas. ?Quién no querría adoptar a una ni?a dulce y educada como tú? Déjalos, ellos se lo pierden. Ya verás, alguien especial vendrá por ti.

  Elyse lo miró, sus ojos brillando por la leve esperanza que sus palabras le ofrecieron, aunque su tristeza seguía presente. Esbozó una sonrisa peque?a y asintió, pero Dan no pudo evitar sentir una punzada en el pecho. Casi habían pasado cinco a?os desde que la rescató, y aún nadie la había adoptado. Para él, esos a?os no significaban mucho, pero para un humano, era toda una infancia.

  Pasaron un rato más en el aire, disfrutando de la brisa hasta que el cielo comenzó a oscurecer. Dan descendió suavemente, contrajo sus alas y la dejó en el suelo. Con un gesto inusualmente afectuoso, le revolvió el cabello con ternura.

  —Nos vemos, peque?a. Vendré cuando tenga tiempo.

  —?Nos vemos! —respondió Elyse, corriendo emocionada de regreso al orfanato.

  Dan la observación alejarse, su figura peque?a y alegre a pesar de todo. Luego, sin decidir más, desapareció en un destino de energía.

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