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Arco 5 / "Entre la Luz y la Sombra" - Capítulo 65: El Héroe del Eclipse Eterno

  La guerra finalmente había terminado.

  Domia, la Emperatriz de Marciler, y la entidad infernal conocida como la calamidad de la desesperación Belcebú habían sido derrotados. El mundo respiraba con dificultad, como un anciano librado de un enorme peso. Y en medio de los escombros, del cielo desgarrado y de las lágrimas de quienes quedaban en pie, Biel regresó.

  Sus amigos, al verlo surgir de la grieta del Vacío Primordial, corrieron hacia él sin poder contener la emoción.

  Charlotte fue la primera en alcanzarlo, lanzándose como un meteoro envuelto en sollozos para abrazarlo con una fuerza que habría aplastado a un hombre común.

  —?Hermanito! — gritó, enterrándole la cara en el pecho.

  Detrás de ella, Acalia y Keshia lloraban a mares. Las lágrimas brillaban en sus mejillas como gotas de rocío bajo el sol.

  —?Gracias por volver, Biel! —sollozó Acalia, sin molestarse en ocultar su emoción.

  Keshia, apretándolo también, sonrió entre lágrimas.

  —Querido Biel, me da tanto gusto volver a verte...—susurró con una dulzura que derritió incluso el alma endurecida de Ryder.

  Raizel y Yumi llegaron también, abrazándolo por los lados, como si temieran que, si lo soltaban, él volvería a desaparecer en las sombras. Yumi, en particular, sollozaba tan fuerte que parecía un peque?o cachorrito abandonado.

  Mientras tanto, Sarah y Xantle comenzaban a despertar, parpadeando como quien sale de un sue?o demasiado largo. Easton, siempre el más rápido para recuperarse, ya estaba de pie desde hacía rato, con los brazos cruzados y una sonrisa de alivio.

  Sarah, al abrir los ojos, vio a Biel rodeado de abrazos y sintió una punzada de felicidad.

  —?Lo logró... venciste a Belcebú...! —dijo, su voz entrecortada.

  Pero su expresión se tornó de desconcierto.

  —?Eh? ?Pero cómo? ?Qué me perdí?

  Xantle, aún medio adormilada, se rascó la cabeza.

  —?Por qué todos están llorando? ?Qué demonios pasó mientras estaba inconsciente? —preguntó, frunciendo el ce?o.

  Fue Ryder quien se acercó, agachándose para quedar a la altura de ambas y contárselo todo.

  —Se desmayaron cuando Belcebú liberó todo su poder... Pensamos que todos moriríamos. —explicó, su voz seria. —Biel se trasladó a otra dimensión, a la Dimensión Cero, para vencerlo. Temíamos que nunca volviera...

  Sarah llevó ambas manos a su boca, sus ojos anegándose de inmediato.

  Xantle, usualmente tan ruda, bajó la cabeza, sus hombros temblando.

  —?Si te hubiéramos perdido, idiota...! ?Nos habrías dejado solas! —gritó, entre sollozos.

  Biel, con una sonrisa cansada pero sincera, se acercó y colocó una mano en la cabeza de cada una.

  —No se preocupen. Ya estoy aquí. —dijo, su voz firme como una promesa de acero. —No pienso irme a ningún lado.

  Entonces, en una escena que pocos podrían olvidar, Calupsu, Nübel y Fuhrich —los antiguos sirvientes de Monsfil— se arrodillaron ante él.

  —?Mi se?or, ?qué bueno que regresó! —exclamaron al unísono, sus voces retumbando como un juramento eterno. —De ahora en adelante, le serviremos en cuerpo y alma.

  Biel, rojo de la vergüenza, agitó las manos como si intentara apagar un incendio invisible.

  —?Por favor, levántense! ?Ustedes son mis amigos, no necesitan arrodillarse! —protestó, sacudiéndose como un gato mojado.

  Calupsu sonrió con resignación.

  —Comprendo, mi se?or. Pero ahora usted ha adquirido todo el poder de mi antiguo amo, Monsfil. Es nuestro nuevo Rey Demonio.

  Biel se rascó la nuca, soltando una risa nerviosa.

  —?Ah, era por eso? Bueno...—se aclaró la garganta con teatralidad. —Les ordeno que se levanten... ?y que sean mis amigos!

  Calupsu sonrió de oreja a oreja.

  —Está bien, mi se?or. —aceptó, pero antes de marchar con ellos, a?adió: —Pero debo llevar el cuerpo de Palser al Inframundo. Ese es su hogar.

  Biel, con una expresión de sabia tranquilidad que hizo que Keshia se derritiera aún más de amor, respondió:

  —No se preocupen por Palser.

  Activó su aura, un resplandor que hizo que todos se taparan los ojos. Biel se acercó al cuerpo de Palser, adoptó su forma perfecta de Rey Demonio —una figura imponente, majestuosa, cuya sola presencia hacía vibrar el aire— y extendió su mano.

  En un estallido de luz, Biel sacó el alma de Palser y la devolvió a su cuerpo. La escena fue tan impactante que, hasta Easton, conocido por su templanza, soltó un "?WOAH!" digno de una taberna llena de bárbaros ebrios.

  Palser, con movimientos torpes, abrió los ojos.

  —?Qué... qué pasó? ?No había muerto? —murmuró, desconcertado.

  Calupsu se quedó con la boca tan abierta que parecía un pez fuera del agua.

  —?Mil soles y galaxias, ?puede revivir a los caídos! —exclamó.

  Biel soltó una peque?a risa.

  —Belcebú me entregó su alma antes de desaparecer. Al decir verdad, Belcebú no era tan malo...—comentó con seriedad. —Su existencia nació de la desesperación de la gente, no de su maldad.

  Sarah, confundida, ladeó la cabeza.

  —?Cómo que no era malo? ?Casi nos mata a todos!

  Biel asintió, su expresión tan sabia como la de un viejo anciano bebiendo té en lo alto de una monta?a.

  —Era una calamidad inevitable... Un eco de la desesperación humana. Mientras exista tristeza en este mundo, Belcebú podrá renacer. Por eso...—cerró el pu?o, una chispa de resolución iluminando sus ojos. —?Me haré más fuerte! Para protegerlos a todos ustedes.

  En ese instante, el viento sopló, llevando los pétalos de los cerezos cercanos a danzar alrededor del grupo, como si el mismo mundo celebrara su decisión.

  Charlotte se río, limpiándose las lágrimas.

  —Bueno, hermanito, espero que también te hagas más fuerte para resistir nuestros abrazos aplastantes.

  Biel se rio junto a todos, y por primera vez en mucho tiempo, sus risas no fueron forzadas ni empa?adas por el dolor.

  Era el inicio de una nueva era.

  Y Biel, el héroe del Eclipse, estaba allí para escribirla junto a sus seres queridos.

  En los salones inmortales del Umbral Divino, donde el tiempo fluía como un susurro entre estrellas moribundas, los dioses supremos se habían reunido.

  La órbita sagrada, suspendida sobre un mar infinito de nebulosas, vibraba con una tensión inaudita. Jamás antes, ni en las guerras primordiales ni en los juicios del amanecer, habían presenciado algo como lo ocurrido en el mundo mortal: un humano que desafió el Vacío Primordial y regresó ileso.

  Solaryon, Dios de la Luz, se alzó primero, su cuerpo radiante como un amanecer eterno.

  —Biel ha alterado el tejido mismo del destino —declaró, su voz un trueno de esperanza—. No solo venció a Belcebú... abrazó el Vacío y regresó.

  Nyxaris, Dios de las Sombras, sonrió con un destello oscuro en sus ojos.

  —El equilibrio ha sido roto... pero también renovado.

  Thalgron, Dios de la Guerra, golpeó su gigantesca hacha contra el suelo estelar, haciendo retumbar constelaciones enteras.

  —?Héroe o hereje, ha demostrado ser digno de respeto!

  Elaris, Diosa de la Vida, derramó una lágrima de pura luz.

  —Conservó su humanidad incluso en el abismo. Es un milagro viviente.

  Chronasis, Dios del Tiempo, observó los hilos de la historia alterarse y recomponerse alrededor de Biel.

  —Cada segundo desde su sacrificio genera nuevas posibilidades. El futuro es una marea en constante movimiento.

  Veyrith, Dios del Caos, soltó una carcajada salvaje.

  —?Finalmente, alguien que rompe las cadenas de la monotonía divina!

  Arselturin, Dios de la Muerte, frunció el ce?o.

  —Desafió el final natural... caminó entre los muertos y regresó. Eso merece respeto... y vigilancia.

  Orivax, Dios de la Sabiduría, acarició su barba hecha de nubes de pensamiento.

  —El conocimiento no siempre precede a la acción, pero en este caso, la acción ha creado un nuevo conocimiento.

  Sylvaran, Dios de la Naturaleza, sintió el temblor de las raíces de los mundos.

  —La tierra, el mar, los vientos... todos susurran su nombre. Biel, el Héroe que desafió la muerte misma.

  Vaelthar, Dios del Destino, cerró sus ojos que contenían galaxias enteras.

  —El telar del destino ha sido retejido. Biel no está atado a ningún hilo... él crea su propio camino.

  Finalmente, Xaltheron, Dios del Vacío, cuya mera presencia absorbía la luz, se pronunció.

  —Desafió mi esencia... y sobrevivió. Biel es un ser que trasciende la nada. Un verdadero Héroe del Eclipse.

  Un profundo silencio cayó sobre el Umbral Divino. No era miedo. Era respeto.

  Entonces, Solaryon levantó su cetro de luz.

  —?Que se someta a voto!

  Uno a uno, los dioses manifestaron su decisión. Cada afirmación era como el nacimiento de una estrella.

  Finalmente, Vaelthar proclamó:

  —Por unanimidad de este consejo supremo... ?Se declara a Biel como el Héroe del Eclipse Eterno!

  Un estallido de luz y sombra, naturaleza y caos, vida y muerte, vacío y sabiduría, cubrió el Firmamento.

  Mientras tanto, en el mundo mortal, Biel reía con sus amigos, ajeno a los titanes que en los cielos lo observaban con renovada veneración.

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  Una chispa nueva ardía en su corazón.

  Una nueva era había comenzado.

  Y esta vez, incluso los dioses serían solo testigos de su historia.

  El regreso a la ciudad fue como un amanecer después de una noche interminable.

  Biel y los demás caminaban entre los escombros de lo que había sido el campo de batalla. El aire olía a tierra mojada y a una esperanza apenas nacida. Mientras avanzaban, vieron a lo lejos las torres blancas de Lunarys, resistiendo orgullosamente pese a las cicatrices de la guerra.

  Cuando llegaron a las puertas de la ciudad, Niccolò los recibió.

  —?Biel, muchacho! ?Sigues entero! ?Pensé que tendría que poner tu retrato junto al de los héroes caídos! —bromeó, abrazándolo con energía.

  Biel soltó una risa tensa.

  —Ya sabes, Niccolò, soy más terco que la propia muerte.

  La gente de la ciudad comenzó a salir. Hombres, mujeres, ni?os, todos vitoreaban, lanzando pétalos al aire, aplaudiendo hasta que sus manos enrojecieron. Al ver a sus héroes regresar, las calles de Lunarys se inundaron de una alegría tan pura que casi dolía.

  Vaer y Berty, cubiertos de polvo y heridas pero radiantes de vida, lideraban a los soldados sobrevivientes. Sus armaduras estaban abolladas y sus banderas rasgadas, pero sus sonrisas brillaban como soles.

  —?Por la victoria! ?Por los caídos! ?Y por los que regresaron! —gritó Vaer, alzando su espada.

  Un rugido de aprobación recorrió el ejército. Berty, no queriendo quedarse atrás, subió a una caja de madera y gritó:

  —?Y por la mejor comida que nos puedan preparar esta noche!

  Las risas resonaron como música.

  En medio de la celebración, el rey de Lunarys, vestido con su armadura ceremonial reluciente, se abrió paso entre la multitud. Su corona brillaba bajo el sol recién nacido.

  —?Biel, héroe del Eclipse! —proclamó, su voz grave imponiendo respeto—. En nombre de la ciudad de Lunarys, te doy las gracias por salvarnos de la aniquilación.

  Biel sonrió con rigidez. Aunque respetaba la gratitud, no podía evitar recordar cómo, indirectamente, aquel hombre había hecho que terminara comprometido con la princesa de Claiflor.

  —Todo sea por la paz... ?y por evitar más matrimonios arreglados! —murmuró para sí mismo, ganándose una risita cómplice de Keshia que se encontraba cerca.

  En medio de toda esta conmoción, un destello de luz se formó al lado de Biel. Era Aine.

  Había pasado tanto tiempo en forma de espada que su cuerpo humano tardó unos segundos en materializarse por completo. Cuando lo hizo, Aine apareció en una forma radiante: su cabello ondeaba como ríos de plata, y sus ojos brillaban con una emoción incontrolable.

  —?Biel! —gritó, tropezando torpemente mientras corría hacia él.

  Antes de que pudiera alcanzarlo, tropezó con un pedazo de piedra suelta y se lanzó en pleno vuelo contra él.

  —?Agh! —fue lo único que Biel alcanzó a decir antes de caer de espaldas, con Aine encima.

  Todos alrededor se quedaron en silencio... y luego explotaron en carcajadas.

  —?Eso estuvo mejor que cualquier teatro callejero! —gritó Berty, aplaudiendo con entusiasmo.

  Biel, rojo hasta las orejas, intentó reincorporarse mientras Aine, también roja como un tomate maduro, se disculpaba atropelladamente.

  —?L-lo siento! ?Aún no controlo bien mis piernas! —dijo, mientras accidentalmente le pisaba la capa.

  Charlotte cruzó los brazos y sonrió de forma traviesa.

  —?Hermanito, ya estás recolectando novias sin darte cuenta!

  Keshia soltó una risa elegante, mientras Acalia miraba a un lado, fingiendo no estar celosa.

  Aine, sin darse cuenta del torbellino de emociones a su alrededor, se inclinó y besó la frente de Biel en un gesto dulce.

  —Gracias... por no dejarme atrás.

  Biel, todavía aturdido, sólo pudo balbucear:

  —E-esto... siempre estaré contigo.

  El público, viendo la escena, empezó a corear en tono de broma:

  —?Que se besen! ?Que se besen!

  Biel se tapó la cara con ambas manos mientras Aine parecía a punto de evaporarse de la vergüenza.

  En medio de esa atmósfera de caos y alegría, Vaer se acercó con una jarra enorme de cerveza.

  —?Biel! ?Este es el mejor remedio para la vergüenza: ?beber hasta olvidar!

  Biel soltó una risa genuina por primera vez en días.

  —Acepto... pero solo si compartimos.

  Esa noche, Lunarys brilló como nunca antes. Había cánticos, bailes torpes, historias exageradas sobre la batalla (?según Berty, él solo había derrotado a diez mil enemigos con una cuchara rota!) y comida suficiente para alimentar a un ejército.

  Y en medio de todo ello, entre risas, bromas, abrazos cálidos y miradas cómplices, Biel sentía algo más fuerte que cualquier magia o poder: el calor del hogar.

  La guerra había terminado. La vida seguía adelante.

  Y el corazón de un héroe, por fin, podía latir en paz... al menos por un tiempo.

  Mientras la celebración en Lunarys continuaba, Keshia se apartó discretamente de la multitud. Su corazón latía con una mezcla de emoción y nerviosismo. Cerró los ojos, llevó dos dedos a su frente y concentró su energía espiritual.

  ?Noor, ?puedes oírme?? pensó con fuerza, proyectando su mente a través del lazo telepático que compartían.

  Por unos segundos, solo hubo silencio.

  Hasta que una voz cálida y familiar respondió:

  ??Keshia! ?Por todos los cielos, ?estás viva!?

  Keshia soltó una risita de alivio.

  ?Sí, y tengo buenas noticias. Domia ha caído. Biel logró lo imposible.?

  Desde el otro lado, pudo sentir la oleada de emoción de Noor, tan fuerte que casi parecía una caricia.

  ??Entonces... ?es real! ?Somos libres, Keshia! ?Libres!?

  Las imponentes ciudades de Marciler, una nación que había vivido bajo el yugo de Domia, temblaban de alegría. Las campanas de la Gran Torre de Lysys sonaban con una fuerza desconocida en generaciones. Por primera vez, la gente salía a las calles no para protestar ni para llorar, sino para reír y abrazarse.

  En la plaza central, donde anta?o se alzaban estatuas sombrías de Domia, la multitud había arrancado las figuras de sus pedestales, reemplazándolas improvisadamente con flores, banderas y estandartes de colores vivos.

  Los nobles de Marciler, quienes se habían mantenido neutrales por miedo o conveniencia, emergían ahora con rostros inseguros entre la marea popular.

  Fue en ese momento que, en medio de una gran ceremonia, un grupo de sabios y líderes locales subió al improvisado estrado. Uno de ellos, un anciano de barba blanca y ropajes ceremoniales, alzó su bastón y proclamó con voz resonante:

  —?Hoy, ante la caída de la tiranía, proclamamos a Noor como la nueva Emperatriz de Marciler!

  El rugido de la multitud fue tan potente que hizo vibrar los mismísimos cimientos de la ciudad.

  Noor, ruborizada pero decidida, subió al estrado. Vestía sencillamente, sin joyas ni armaduras, solo una capa blanca bordada con símbolos de unidad.

  —No seré una emperatriz como las de anta?o, —dijo, su voz clara cortando el bullicio como una flecha—. Mi reinado no se levantará sobre el miedo, sino sobre la esperanza.

  Las palabras encendieron los corazones. Ni?os subían a los hombros de sus padres para verla. Hombres y mujeres lloraban abiertamente, abrazándose unos a otros sin importar clase ni linaje.

  De pronto, un gesto simbólico lo cambió todo.

  Noor se giró hacia la inmensa muralla interna que, durante siglos, había separado a los nobles de alto rango del resto del pueblo. Esa monstruosidad de piedra había sido un recordatorio constante de la desigualdad.

  Con una determinación feroz, Noor extendió su mano.

  —?Que caiga lo viejo! —ordenó.

  Magos y guerreros, inspirados por su liderazgo, lanzaron hechizos, rayos y explosiones de energía. La muralla crujió, gimió y, como una bestia vencida, colapsó en una nube de polvo dorado.

  La gente se quedó en silencio por un instante, viendo la heroína que había liberado a su ciudad.

  Y luego, una ola de celebración barrió Marciler.

  En las calles, la música surgió espontáneamente. Tambores, flautas, laúdes, y voces cantando canciones antiguas de libertad. Vendedores sacaban barriles de cerveza y vino, repartiéndolos como si fueran agua. Las parejas bailaban en las plazas, los ni?os corrían con cintas de colores, y los ancianos reían hasta que les dolía el pecho.

  En el corazón de todo, Noor sonreía, recibiendo abrazos de desconocidos, besos en las mejillas y la gratitud de un pueblo renacido.

  Keshia, quien aún mantenía la comunicación telepática, sintió las lágrimas rodar por su propio rostro.

  ?Estoy tan orgullosa de ti, Noor...? pensó, su corazón rebosando de felicidad.

  ?No podría haberlo logrado sin tu apoyo, hermana del alma.? respondió Noor con ternura.

  En un rincón de la ciudad, un grupo de antiguos nobles —ahora sin privilegios— intentaba bailar torpemente con campesinos, provocando risas cálidas. Uno de ellos, un viejo con un mostacho gigantesco, tropezó y cayó de bruces, haciendo que todos a su alrededor estallaran en carcajadas.

  —?Quién diría que los nobles también saben besar el suelo! —bromeó un panadero, ayudándolo a levantarse.

  El viejo noble soltó una carcajada auténtica y le tendió la mano.

  —Tal vez no sabía bailar, pero aprenderé.

  La risa y la aceptación envolvieron a todos como una manta cálida.

  Al anochecer, bajo un cielo plagado de estrellas, Noor se subió nuevamente al estrado improvisado.

  —Marciler ya no será una nación dividida. ?Hoy nace una nueva Marciler, donde cada vida, cada sue?o y cada voz tendrá valor!

  El clamor que siguió fue ensordecedor.

  Desde la lejanía, Keshia, Biel y los demás observaron todo a través de un portal mágico proyectado en el cielo, sonriendo y celebrando el triunfo de su amiga.

  Era un nuevo comienzo.

  Una nueva era.

  Y en el corazón de Marciler, por primera vez en siglos, florecía la esperanza.

  Dentro de la Tienda de Antigüedades, el tiempo parecía fluir de manera extra?a, como un río que bailaba entre dimensiones. Las paredes, llenas de relojes detenidos y artefactos de mundos olvidados, vibraban suavemente al ritmo de la magia contenida. En el centro de la sala principal, una serie de pantallas mágicas proyectaban todo lo sucedido en el mundo exterior.

  Ethan Carter se encontraba de pie, brazos cruzados, observando con una mezcla de orgullo y asombro.

  —?Ese es Biel! ?El mismo que no podía cocinar sin incendiar la cocina! —dijo, soltando una carcajada.

  Grace Collins, junto a él, sonrió con dulzura.

  —Y ahora salva mundos... Qué vueltas da la vida, ?eh?

  Henry Taylor, apoyado contra una estantería, silbó admirado.

  —?Derrotó a una entidad del Vacío Primordial! ?Yo apenas puedo con el jefe de Shadow Fight 2!

  Mía Morgan, sentada sobre una caja antigua, pateó suavemente el aire.

  —Deberíamos hacerle una fiesta... ?y luego obligarlo a contarlo todo con lujo de detalles! —dijo con una sonrisa traviesa.

  Lucas Gray asintió, sus ojos brillando de emoción.

  —Estoy dentro. Pero alguien tiene que traer pastel... y mucho.

  Noah Mitchell, que había estado tomando notas mentales de todo lo que veía, intervino:

  —Necesitamos registrar esta historia. ?Biel merece que su leyenda sea contada correctamente!

  Sophia Harper, con las manos juntas frente a su pecho, miraba la pantalla donde Biel abrazaba a sus amigos.

  —Siempre tuvo un corazón enorme... ?Es hermoso verlo rodeado de tanta gente que lo ama!

  Rubí Bennett, sonriendo de oreja a oreja, a?adió:

  —?Y las chicas! ?Por favor, ?hay una fila para besarlo! ?Deberíamos hacer apuestas sobre con quién se queda!

  Ava White soltó una carcajada contagiosa.

  —Yo apuesto por la de cabello plateado que casi lo aplasta al abrazarlo. ?Esa chica está perdida por él!

  Charlotte Anderson, cruzada de brazos, pero sonriendo, dijo:

  —Siempre fue un tonto valiente... y ahora es nuestro tonto héroe.

  Rose Carter, sentada en un sillón desvencijado, suspiró teatralmente.

  —?Qué romántico todo! ?Derrotas a un ser del Vacío, salvas el mundo y te ganas el corazón de una chica... o varias!

  Hannah Sullivan, tomando una taza de té, levantó una ceja.

  —?Varias? ?Ese pobre chico va a necesitar un manual para sobrevivir al amor!

  Liam Johnson, que estaba repartiendo galletas, se río.

  —?Al menos esta vez no tendrá que luchar contra monstruos para sobrevivir... solo contra corazones rotos!

  Alexander Reed, apoyado contra una viga, sonrió con nostalgia.

  —Mírenlo... Ha crecido tanto. Me da orgullo verlo.

  Zoe Thompson, mirando la pantalla donde el rey de Lunarys felicitaba a Biel, bromeó:

  —?Aunque no puede ocultar la cara de "por tu culpa estoy comprometido"!

  Todos soltaron una carcajada, recordando la expresión tan cómica de resignación de Biel.

  Stella Parker, mordiéndose el labio para no reír más fuerte, comentó:

  —Deberíamos hacer camisetas que digan: "Sobreviví a un compromiso arreglado".

  Oliver Walker, el bromista del grupo, a?adió:

  —O "Mi corazón pertenece a un héroe comprometido".

  Chloe Brooks, con una risa suave, aplaudió la idea.

  —?Yo quiero una de esas camisetas!

  Mason Scott, con su habitual tono serio pero cari?oso, concluyó:

  —Sea lo que sea, Biel siempre seguirá siendo nuestro amigo. Nuestro peque?o desastre de héroe.

  Olivia Ramírez, mirando la pantalla donde Aine besaba la frente de Biel, suspiró dulcemente.

  —Se merece toda la felicidad del mundo.

  El due?o de la Tienda, una figura encapuchada que siempre había parecido distante, observaba desde una esquina. Por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa peque?a se dibujó en sus labios.

  —El ni?o ha cumplido su destino...—murmuró.

  Las pantallas comenzaron a mostrar escenas de la nueva Marciler, de las murallas cayendo, de la gente celebrando, de un mundo renaciendo.

  Ethan levantó su taza.

  —Por Biel.

  Todos alzaron sus vasos, tazas, y hasta platos improvisados.

  —?Por Biel! —gritaron al unísono, chocando sus "copas" en una celebración improvisada pero sincera.

  La Tienda de Antigüedades, más antigua que el tiempo mismo, vibró con una energía cálida. Una promesa silenciosa flotaba en el aire: no importa cuán lejos estuvieran, siempre estarían conectados.

  Y así, en ese rincón olvidado entre mundos, se celebraba no solo la victoria de un héroe, sino la eternidad de una amistad que ni el Vacío podría borrar.

  La noticia de la victoria de Biel contra Domia y Belcebú se había esparcido como un reguero de fuego por todos los reinos.

  Desde los bosques eternos de Eldwyn hasta las islas doradas de Veralis, las campanas repicaban, los tambores resonaban, y las canciones de triunfo llenaban el aire. Era como si el mundo entero hubiera contenido el aliento... y ahora, finalmente, respirara libre.

  En el corazón de Claiflor, la ciudad de Lysandel, las calles estaban cubiertas de flores multicolores. Banderines ondeaban desde las torres, y la fuente central, aquella que representaba la esperanza eterna, brotaba agua cristalina y brillante, encantada por magos para que chispeara bajo el sol.

  Los ciudadanos bailaban en las plazas, improvisaban cánticos y coreaban el nombre de su héroe:

  —?Biel, el Héroe del Eclipse! —

  Ni?os corrían entre los adultos, portando espadas de madera y capas improvisadas, representando la batalla final. Vendedores ambulantes ofrecían dulces en forma de peque?os eclipses y bebidas que chisporroteaban con magia.

  En el palacio de Claiflor, el rey Hans y la reina Amelia presidían una ceremonia improvisada. Ambos se encontraban en el gran balcón, observando a su pueblo celebrar.

  Hans, un hombre de porte imponente, pero de corazón sabio, sonrió orgulloso.

  —El mundo ha cambiado esta noche, Amelia. Claiflor está en deuda eterna con ese muchacho.

  Amelia, de belleza serena y mirada profunda, asintió suavemente.

  —No solo Claiflor, querido. Todo el mundo.

  Recibieron la noticia a través de mensajeros mágicos: Biel había vencido a Domia y a Belcebú, y aunque Vaer, Berty y Keshia aún no habían regresado, sabían que la victoria había sido sellada.

  En las calles, la celebración continuaba sin descanso.

  Los panaderos sacaban cestas rebosantes de pan dulce, los magos juveniles lanzaban fuegos artificiales improvisados, y los ancianos, que rara vez sonreían, bailaban con energía juvenil.

  En la plaza principal, improvisaron una representación teatral: un peque?o actor, con una capa demasiado grande para él, hacía de Biel, enfrentándose a un "monstruo" hecho de sábanas y almohadas.

  —?Yo, Biel, juro proteger a todos! —gritaba el ni?o, blandiendo una espada de madera.

  La multitud reía, aplaudía y lanzaba flores a los improvisados héroes.

  Dentro del palacio, Hans tomó la mano de Amelia.

  —Cuando Keshia regrese, debemos honrar a todos los que pelearon. No solo con palabras, sino con acciones.

  Amelia sonrió.

  —Así es. ?Que la nueva era que Biel ha abierto sea guiada por sabiduría y justicia!

  En un gesto simbólico, Hans ordenó que abrieran las puertas del palacio de par en par para que cualquier ciudadano, sin importar su rango, pudiera participar en la celebración.

  Por primera vez en siglos, Claiflor entero compartía su alegría como uno solo.

  Ni?os correteaban por los salones marmolados, artesanos mostraban orgullosos sus obras, y bardos entonaban canciones nuevas inspiradas en la victoria.

  Una barda pelirroja, de nombre Lyanna, subió a una fuente para cantar:

  —?Oh, Biel, valiente y audaz, que al Vacío hiciste callar, tu nombre en el viento viajó, ?y nuestro corazón conquistó! —

  La gente se unió en coro, improvisando versos y melodías, riendo y abrazándose.

  Bajo el cielo estrellado, el reino de Claiflor no solo celebraba la caída de una tirana.

  Celebraba la esperanza.

  Celebraba la vida.

  Y en el corazón de todos, el nombre de Biel brillaba más que cualquier estrella en el firmamento.

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