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Negociaciones

  El salón de reuniones era un reflejo de lo que representaban aquellos muros: vacío, indiferencia, desprovisto de cualquier vestigio de humanidad.

  Las paredes, frías y grises, no contaban historias ni albergaban recuerdos. No había retratos, estandartes o símbolos de honor, solo un cuadro solitario colgado en el centro, con una única palabra inscrita en él:

  "HUMAN".

  Gara cruzó los brazos, incómoda, los humanos eran espeluznantes.

  No todos, claro. Rishia no lo era.

  Pero el resto…

  Melty se mantenía estoica, su porte real e imponente como un muro infranqueable.

  Ching, en cambio, observaba cada rincón del lugar con precisión quirúrgica, memorizando rutas de escape, puntos ciegos, cualquier posible ventaja.

  Entonces, la puerta se abrió.

  Dos soldados ingresaron primero, rígidos y disciplinados, flanqueando la figura de un hombre alto de rostro marcado por una cicatriz profunda. Su uniforme del ejército humano estaba impecable, y en sus hombros relucían varias estrellas, insignias de su rango.

  Con un andar pausado y confiado, se dejó caer sobre la silla frente a ellas con una calma que rozaba la arrogancia.

  —Bienvenidas —su voz era grave, carente de emoción—. Soy el comandante Aleksandrov, pero pueden llamarme Alek.

  El nombre era irrelevante, Gara no apartó la vista de él, analizándolo en silencio.

  ?Por qué se veía tan relajado?

  Le recordaba a Nikola.

  Tal vez… todos los humanos eran iguales.

  Melty habló primero, sin rodeos.

  —Estamos aquí por Rishia.

  Aleksandrov inclinó levemente la cabeza, como si el nombre apenas le resultara familiar.

  —?Se refieren a la chica que trajeron esta madrugada?

  —Sí.

  El comandante suspiró con desinterés, como si discutieran la devolución de un objeto extraviado.

  —No tengo problema en entregársela.

  Las tres permanecieron en silencio, desconfiadas pero entonces Aleksandrov a?adió con escalofriante indiferencia:

  —Solo si el Mayor Nikola dice que no tiene uso para ella.

  El aire en la sala se volvió denso.

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  —Si tiene algún valor para nosotros… lucharemos hasta el final por retenerla.

  Hizo una breve pausa antes de agregar:

  —O la mataremos antes de que los monstruos la utilicen en nuestra contra.

  El corazón de Ching dio un vuelco.

  —?No pueden simplemente matar a una ni?a así!

  Aleksandrov la miró con gélida calma.

  —Haré lo que sea necesario para proteger mi país.

  Melty sintió un nudo en la garganta.

  ?Así eran los humanos?

  ?Tan crueles como para ver a una ni?a de 14 a?os como un riesgo que debía ser eliminado?

  La náusea le revolvió el estómago.

  Pero antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo y entró Nikola con su sonrisa de siempre.

  —Ah, qué sorpresa.

  Se acomodó en la silla con la familiaridad de quien se siente en control de la situación, Aleksandrov no perdió el tiempo.

  —La reina Melty quiere a la ni?a. ?Le ves potencial?

  Nikola sonrió con aire satisfecho.

  —Por supuesto.

  Sus ojos se desviaron hacia Melty, luego a Gara y Ching.

  —Es… fascinante. Me encantaría tenerla en mis filas.

  Se inclinó levemente hacia adelante.

  —Esquivar una bala es una haza?a. ?Quién la entrenó?

  Gara, sintiendo la sangre hervir en sus venas, respondió sin titubear.

  —Yo.

  Nikola pareció deleitarse con la respuesta.

  —Hiciste un trabajo espléndido.

  Su expresión era genuinamente emocionada, como la de un coleccionista que acaba de encontrar una pieza rara.

  —La llevaste al máximo de la capacidad humana. Claro, le falta fuerza… pero su velocidad y reflejos son excepcionales.

  Gara frunció el ce?o.

  No era un halago, no cuando venía de él.

  Nikola suspiró y se recargó en la silla con teatral desgano.

  —Pero… no podemos usarla.

  Aleksandrov arqueó una ceja.

  —?Por qué?

  Nikola sonrió, ladeando la cabeza con burla.

  —La arruinaron.

  La sala quedó en silencio absoluto.

  —Se pudrió en ese lugar. Ya no tiene instinto humano.

  —?Lo analizaste bien? —preguntó Aleksandrov.

  Nikola asintió.

  —Probé de todo, le hice de todo…

  El sonido seco de un pu?o golpeando la mesa resonó en la habitación, Gara se había levantado de golpe.

  —?Qué demonios le hiciste?

  Nikola la miró con una tranquilidad insoportable.

  —Solo experimenté un poco… para ver si podía despertar su instinto.

  Se encogió de hombros, casi con desinterés.

  —Pero no pude.

  Melty se tensó, Ching apretó los pu?os, Nikola rió, encantado con la reacción.

  —Le ense?é algunos buenos trucos.

  Sus ojos brillaron con diversión perversa.

  —Deberían probarlo. Tomen una campana y suénenla cerca de ella.

  Se inclinó un poco más, como si confiara un secreto.

  —Su reacción será muy entretenida.

  El cuerpo de Gara tembló de rabia, quería destrozarle la cara.

  Pero Melty habló antes.

  —Siéntate.

  Gara la miró con los dientes apretados, sabía que la reina estaba furiosa pero no lo demostraba.

  No aún.

  Con un gru?ido bajo, Gara se dejó caer en su silla, sintió la mano de Ching apretar la suya, un intento silencioso de calmarla, Melty enderezó los hombros.

  —Basta de juegos.

  Miró directamente a Aleksandrov.

  —Quiero a Rishia.

  El comandante la observó un instante, antes de desviar la mirada hacia Nikola.

  Nikola se encogió de hombros.

  —Llévensela, no nos sirve un soldado que no quiera matar.

  Aleksandrov suspiró, como si lamentara la pérdida de un recurso valioso.

  —Qué desperdicio de potencial.

  Hizo un gesto a uno de los soldados.

  —Tráiganla.

  Minutos después…

  La puerta se abrió y Rishia entró aún con las esposas, se veía… cansada, pero cuando las vio sus ojos se iluminaron.

  Y sonrió, Melty sintió que podía respirar de nuevo.

  Gara y Ching también.

  El soldado le quitó las esposas, Melty extendió una mano.

  —Ven.

  Sin dudarlo, Rishia corrió hacia ella.

  Pero antes de que pudiera alcanzarla…

  Una mano la sujetó por el hombro, se detuvo, volteó y Nikola la miraba, sonriendo.

  —Ojalá nos veamos pronto.

  El miedo la golpeó como una ola helada.

  Melty dio un paso adelante, tomó la mano de Rishia y la apartó de él haciendo que Nikola riera por lo bajo.

  —Debo volver al trabajo.

  Aleksandrov se puso de pie.

  —Fue un placer atenderlas.

  Pero para Melty, Gara y Ching… lo único que se llevaron de ese lugar…

  Fue odio.

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