La ciudad de Arenzae era estrecha.
Ubicada en la garganta que se forma a partir de la Cordillera de los Vientos y el Paso de Khodra, se hacen uso de esas dos paredes para construir diferentes edificaciones, dándole una apariencia bastante cargada, lo cuál, sumado a la cantidad de habitantes que vivían allí, hacían de Arenzae un lugar un tanto peculiar.
Por norma general, la gente de vastos recursos solía vivir en ostentosas casas ubicadas en tierra firme, mientras que, aquellos que pertenecían a la baja alcurnia terminaban por vivir en las casas flotantes; hogares de madera y piedra construidos directamente en los lados de la garganta, extendiéndose hacia la cima una casa sobre la otra.
Puentes y escalinatas conectaban los distintos recintos, convirtiendo, a veces, a la ciudad en un laberinto al que sus habitantes ya estaban acostumbrados.
Fulkan se había criado en la gran ciudad, por lo que, muchas veces había hecho de guía para los extranjeros en pos de ganar un par de monedas de oro, cosa que enorgullecía enormemente a su madre, pues a sus ojos, se trataba de un joven de buenos sentimientos.
Pero en el fondo, guardaba un desprecio que lo consumía por dentro, día a día este lo contaminaba como una marea oscura, y el deseo de venganza se volvía cada vez mayor.
—Me convertiré en Cazarrecompensas —anunció. Su madre, Sarnai detuvo la limpieza de aquella jarra que anteriormente había estado llena de cerveza.
No le miraba y se mantenía silenciosa.
Si Fulkan había aprendido algo sobre su madre, es que no solía tener pelos en la lengua a la hora de decir lo que pensaba, por lo que su silencio, era una se?al indiscutible de que aquello no le parecía mal, pero tampoco le agradaba.
—?Y como piensas sobrevivir sin un entrenamiento previo?
—He estado entrenando, en las noches —admitió tras unos segundos de silencio—. Y considero que me encuentro listo para pasar la prueba.
—La gente muere en esas pruebas —Le recordó con lógica irrebatible—. Todo depende del Examinador, cada prueba es diferente, cada prueba puede ser más peligrosa que la anterior... y ni hablar de como puedes morir en las garras de una bestia o bajo el arma de un criminal.
Fulkan hizo una peque?a mueca.
—Lo sé, mamá, pero... Los ingresos del local no están siendo los mejores —se excusó—. Necesitamos otra fuente, y, por lo que sé, la cacería da una buena paga.
La mujer soltó un suspiro, dejando la jarra en la barra y dándose media vuelta para observarlo con sus ojos dorados.
—Fulkan... —comenzó— Eres libre de hacer lo que gustes, ya eres mayor a los ojos de la sociedad.
—?Pero aún un ni?o a tus ojos? —cuestionó a modo de broma, intentando aligerar el ambiente.
—Por supuesto, siempre serás mi ni?o —Ella le dedicó una sonrisa cansina—. Toma la prueba, y demuéstrales de lo que estás hecho.
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El joven se acercó a la mujer, envolviéndola en un fuerte abrazo. Sabía que a su madre no solía gustarle demasiado el contacto físico, pero en estos momentos, Fulkan sintió que ambos lo necesitaban; tenían que demostrarse el cari?o que sentían más allá de las palabras.
Sarnai acarició los cabellos pelirrojos de su hijo, y depositando un beso en su frente, lo dejó marchar, y él, salió de la posada que llamaba hogar, adentrándose en el bullicio de la gran ciudad.
Una fría brisa que recorrió la gruta causó un breve balanceo en los puentes que conectaban ciertas zonas comunitarias. El descenso fue relativamente breve, ya que Fulkan se movía por aquel laberinto con la maestría de quien había nacido allí.
La posada del gremio se encontraba en tierra firme, siendo un complejo de cuatro viviendas interconectadas que se extendían hacia arriba como si se tratase de una torre, estando conformada por al menos cinco pisos.
Incluso desde fuera, el jolgorio de los Cazadores se hacía escuchar, con música y alegres gritos, pero al entrar, el olor a comida inundó sus fosas nasales, después de todo, los habitantes de Prixis adoraban una buena comida.
El sonido de las jarras de cerveza chocando, junto al parloteo de hombres y mujeres lo hizo sentir como en casa, aunque cierto nerviosismo le mantuvo inmóvil por unos segundos, después de todo, los Cazadores parecían actuar con la camaradería que caracterizaba a una familia.
—?Bienvenido al Gremio de Cazadores de Arenzae! —Una mujer bajita de cabellos azules y gafas le sacó de su estupefacción al ponerse frente a él con posición decidida— ?Cuál es tu nombre? ?Cuál es tu pedido? ?Acaso vienes a convertirte en Cazador?
Por un segundo, Fulkan olvidó su nombre de los nervios.
—Fulkan Ahimsa —Se presentó, llevando su mano a la nuca y masajeándola suavemente en un intento de que la ansiedad no tomara el control—. He venido a tomar la prueba para convertirme en Cazador.
—?Bien, Fulkan! —exclamó con entusiasmo— Sígueme y te será asignado un Examinador, por si no lo sabes, comenzarás con el rango de Iniciado si logras superar la prueba en cuestión.
El joven no era ajeno al sistema de rangos que el gremio utilizaba, una forma de determinar el nivel de peligrosidad a la que un individuo se podía enfrentar, habiendo un total de ocho rangos, siendo el mayor de estos y al que la mayoría aspiraba, el rango de Paladín.
—Soy Nelly, por cierto, y si sobrevives lo suficiente, nos veremos las caras bastante seguido —comentó la chica con aire despreocupado, dándole a entender que la mayoría de los jóvenes reclutas no solían durar demasiado— ?Sabes utilizar magia? ?Invocar tu Eidolon?
Tenía conocimientos básicos sobre la magia que corría por sus venas, una combinación única entre el fuego feranio y la roca alsunria, permitiéndole así, controlar roca volcánica o generarla.
—Soy capaz de utilizar magia, pero podría decirse que no es mi fuerte —admitió con algo de vergüenza—. Tampoco he logrado convocar mi Eidolon.
—Bueno, siempre hay tiempo para aprender —intentó tranquilizarle con amabilidad mientras se dirigían hacia el interior del Gremio, dónde yacía una especie de campo de entrenamiento.
Fulkan cerró sus ojos un segundo y tomó aire, su prueba estaba a punto de comenzar. A lo lejos, pudo divisar a una mujer alta y de complexión atlética, de cabellos plateados desordenados y grandes orejas de lobo que se movían con cada peque?o sonido. Parecía estar durmiendo, cruzada de brazos y apoyada contra la pared.
—?Sery! —exclamó Nelly cuando la vio— ?Tienes trabajo!
Con pereza, la mujer lobo abrió uno de sus ojos y observó a Fulkan con desinterés.
—Serelith, no "Sery" —Le corrigió la mujer estirándose cuan larga era, estando su abdomen marcado al descubierto, aunque hacía unos segundos yacía tapado por la larga gabardina grisácea que utilizaba—. Bien, la prueba es simple, aguanta cinco minutos contra mí o hazme sangrar.
Tronándose los dedos para posteriormente chocar sus pu?os, la mujer sonrió, quitándose la gabardina y dejándola caer a pocos metros en el suelo arenoso para ponerse en posición de combate desarmado.
Por alguna razón, Fulkan sintió que Serelith lo usaría como saco de boxeo.